En este pasaje de Mateo 5, 1-12, Cristo “nos indica el programa de vida, la identidad de los cristianos, yendo contracorriente con respecto a lo que se ‘suele hacer en el mundo’”.(Papa, Francisco).
En contraste al concepto de felicidad del mundo, nos encontramos que la felicidad que Jesús promete, va por otro camino y es movida más bien por sentimientos internos que se experimentan y causan bienaventuranza en la persona.
Es por esta razón que Jesucristo pronuncia las bienaventuranzas, desde el Monte de las Bienaventuranzas, un lugar cerca del Mar de Galilea, ante sus discípulos y una gran cantidad de feligreses, con el único fin de corregir los pensamientos de lujuria y codicia, y enseñarles que las personas más felices no serán los más ricos y poderosos, sino los más humildes, misericordiosos y los que amen al prójimo.
Las bienaventuranzas no reemplazan a los 10 Mandamientos, "«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”, dice Jesús, es decir los lleva a su plenitud, porque representan la voluntad de Dios para con nuestras vidas, y así conseguir el camino a la felicidad que es el camino al cielo.
“Las Bienaventuranzas son, el carné de identidad de los cristianos y el programa para lograr la santidad, pues el cristianismo es una religión para practicarla y “no para pensarla”. (Papa Francisco)
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